Habían transcurrido pocos días desde inicio de la temporada alta del verano 2014. Villa Gesell vivía jornadas de gran ocupación turística. Pletórica de familias y adolescentes, el público mayoritario que suele elegir a la bella urbe de calles a las que llaman “paseo”, dunas que buscan ganarle la batalla a la civilidad y playas tan extensas que parecieran ser la constatación del infinito.